Se acaba la luz,
tragada
por nuestras miradas,
por el hambre voraz
de poseer un nuevo día.
Sonreímos satisfechos
en nuestra oscuridad,
sin nada más que decir,
ya sólo olor
y susurros de roces,
silencios que navegan
por un mar de piel caliente.
Ya somos sólo
un abrazo que respira
en la inmensidad de la noche.
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